jueves, 21 de julio de 2011

Lindas Mentirosas Capitulo 17 MARATON! 15/15


Las chicas solteras tienen mucha más diversión   
Esa tarde, Miley se encontraba en el estacionamiento de estudiantes, estaba perdida en sus pensamientos, cuando alguien arrojó sus manos sobre sus ojos. Miley se sobresalto.
—¡Whoa, enfríate! ¡Soy sólo yo!
Miley se volvió y suspiró con alivio. Sólo Mandy.Miley había estado tan distraída y paranoica desde que recibió esa extraña nota ayer. Había estado a punto de desbloquear su coche  su madre la dejaba a ella y a Carolyn llevarlo a la escuela con la condición de que condujeran con precaución y llamaran al llegar allí – para agarrar su bolsa de natación para la práctica.
—Lo siento —dijo Miley. —Pensé. . . no importa.
—Te extrañe hoy. —Mandy sonrió.
—Yo también. —Miley le devolvió la sonrisa. Había intentado llamar a Mandy esa mañana para ofrecerle un viaje a la escuela, pero la mamá de Mandy dijo que se había ido ya. —Así que, ¿cómo estás?
—Bueno, yo podría estar mejor. —Hoy, Mandy había asegurado su pelo salvaje y oscuro fuera de su cara con iridiscentes y adorables clips de mariposas rosas.
—¿Ah, sí? —Miley ladeó la cabeza.
Mandy apretó los labios y deslizó uno de sus pies hacia fuera de sus sandalias
Oakley. Su segundo dedo del pie era más largo que su dedo gordo del pie, al igual
que Miley. —Estaría mejor si fueras a alguna parte conmigo. Ahora mismo.
—Pero tengo natación, —dijo Miley, oyendo a Igor* en su voz de nuevo.
Mandy le tomó la mano y la hizo girar. —¿Y si te dijera que a donde vamos implica natación?
Miley entornó los ojos. —¿Qué quieres decir?
—Tienes que confiar en mí.
Incluso si hubiera estado cerca de Alexz, Selena y Demi, todos los recuerdos favoritos de Miley eran pasando el tiempo sola con Ash. Al igual que cuando se vistieron con voluminosos pantalones de nieve para deslizarse en trineo por Bayberry Hill, hablando de su novio ideal, o llorando sobre La Cosa de Vanessa de sexto grado y consolándose mutuamente. Cuando eran apenas ellas dos, Miley vio a una un poco menos perfecta Ash - que de alguna manera la hacía parecer aún más perfecta - y Mileyy sentía que podía ser ella misma.
Parecían que días, semanas, años habían pasado desde que Miley no había sido ella misma. Y pensó que ahora, podría haber algo por el estilo con Mandy. Echaba de menos tener una mejor amiga.
En este momento, Cody y todos los demás muchachos estarían probablemente cambiándose a sus trajes, y dándose bofetadas unos a otros en los traseros desnudos con toallas mojadas. La entrenadora Lauren estaría escribiendo la práctica encima del tablero en el marcador grande y llevaría a cabo la adecuada cuenta de aletas, boyas, y paletas. Y las chicas en el equipo se quejarían porque todas tenían sus períodos al mismo tiempo. ¿Ella se atrevería a perderse el segundo día de práctica?
Miley apretó la llave de pescado de plástico. —Yo supongo que podría decirle a
Carolyn que tengo que ser tutora a alguien en español, —ella murmuró. Miley sabía que Carolyn no compraría eso, pero ella probablemente no delataría a Miley, tampoco. Chequeo tres veces el estacionamiento para ver si alguien estaba viendo, Miley sonrió y abrió el coche.
—Está bien. Vámonos.
—Mi hermano y yo descubrimos este lugar el fin de semana, —Mandy dijo mientras Miley entraba en el aparcamiento de grava.
Miley salió del coche y se estiró. —Me olvidé de este lugar. —Estaban en la pista Marwyn, que estaba a cinco millas de distancia y bordeada de un arroyo profundo.
Ella y sus amigas solían traer sus bicicletas aquí todo el tiempo - Ash y Selena pedaleaban con furia y por lo general al final, empataban - y paraban en el bar de aperitivos de la zona de natación para comprar deditos de mantequilla y Coca-
Cola Diet.
A medida que ella seguía Mandy por una ladera lodosa, Mandy tomo su brazo. —
¡Oh! Me olvidé de decirte. Mi mamá dijo que tu mamá hizo escala ayer mientras estábamos en la escuela. Trajo más brownies.
—¿De veras? —Miley respondió, confusa. Se preguntaba por qué su madre no había dicho nada durante la cena.
—Los brownies estaban deliciosos. ¡Mi hermano y yo pulimos la bandeja anoche!
Llegaron a una pista de tierra. Un dosel de robles las protegía. El aire tenía ese olor fresco, a madera y se sentía cerca de veinte grados más frío.
—No estamos allí todavía. —Mandy le tomó la mano y la llevó por el camino de un pequeño puente de piedra. A unos seis metros por debajo de ella, la corriente aumentó. Las aguas tranquilas, brillaban mientras el sol de la tarde caía Mandy caminó hasta el borde del puente y se desnudo hasta llegar a su sujetador a juego de color rosa pálido y ropa interior. Ella arrojó su ropa en una pila, sacó la lengua a
Miley, y saltó.
—¡Espera! —Miley corrió hasta el borde. ¿Sabia Mandy cuan profundo estaba? En un total de un Mississippi, dos- Mississippis más tarde, Miley oyó un chapoteo. La cabeza de Mandy apareció de vuelta fuera del agua.
—¡Te lo dije se trataba de nadar! ¡Vamos, lánzate!
Miley miró al montón de ropa de Mandy. Ella realmente odiaba desnudarse delante de la gente – incluso de las chicas del equipo de natación, que la veían todos los días. Poco a poco se quitó la falda plegada de Rosewood , cruzando las piernas una sobre la otra para que Mandy no pudiera ver sus muslos desnudos y musculosos, y luego tiró de la camiseta sin mangas que llevaba debajo de su blusa de uniforme.
Ella decidió mantenerla puesta. Ella miró por encima del borde del arroyo y, robándose a ella misma, ella saltó. Un momento después, el agua abrazo su cuerpo.
Era agradable y gruesa por el barro, no fría y limpia, como la piscina. El sujetador con relleno subió hinchado con el agua.
—Es como un sauna aquí, —dijo Mandy.
—Sí. —Miley nado hacia la zona menos profunda, donde Mandy estaba de pie.
Miley se dio cuenta que podía ver los pezones de Mandy directamente a través de su sostén, y corto la mirada.
—Yo solía ir a bucear al acantilado con Justin todo el tiempo de vuelta en Cali, — dijo Mandy. —Se quedaba de pie en la parte superior, como, creo que durante diez minutos antes de saltar. Me gusta como ni siquiera dudaste.
Miley flotaba sobre su espalda y sonrió. Ella no pudo evitarlo: ella tragaba los elogios de Mandy como pastel de queso.
Mandy lanzo agua a Miley poniendo sus manos en forma de copa.
Parte de ella llego directo en su boca. El arroyo sabía a agua pegajosa y casi metálica, nada del cloro del agua de la Piscina. —Creo que Justin y yo vamos a romper, —dijo Mandy.
Miley nadaba cerca de la orilla y se levantó. —¿En serio? ¿Por qué?
—Sí. Lo de la larga distancia es demasiado estresante. Él me llama, como todo el tiempo. ¡Sólo he estado ausente por unos días, y él ya me ha enviado dos cartas!
—Huh, —Miley respondió: tamizando sus dedos a través del agua turbia.
Entonces ocurrió algo con ella. Se volvió hacia Mandy. —¿Tu, um, pusiste una nota en mi armario de natación ayer?
Mandy frunció el ceño. —¿Qué, después de la escuela? No…caminamos a casa,
¿recuerdas?
—Cierto. —Ella realmente no creía que Mandy había escrito la nota, pero las cosas habrían sido mucho más sencillas si lo hubiera hecho.
—¿Qué decía la nota? —Miley sacudió la cabeza.
—No importa. No fue nada. —Ella se aclaró la garganta. —Sabes, creo que podría romper con mi novio también.
Whoa. Miley no habría estado más sorprendida si un pájaro azul habría volado hasta su boca.
—¿En serio?, —dijo Mandy.
Miley parpadeó agua de sus ojos. —No lo sé. Tal vez.
Mandy extendió los brazos sobre su cabeza, y cogió a Miley dejando a la vista esa cicatriz en la muñeca de nuevo. Ella apartó la mirada. —Bueno, jode a un alce, — dijo Mandy.
Miley sonrió. —¿Huh?
—Es esta cosa que digo a veces, —dijo Mandy. —¡Significa. . .al diablo! —Ella se volvió y se encogió de hombros. —Supongo que es una tontería.
—No, me gusta, —dijo Miley. —Jode a un alce. —Ella se rió. Ella siempre se sentía divertida cuando decía groserías - como si su mamá la oyera desde su cocina, a diez millas de distancia.
—Deberías de romper con tu novio, —dijo Mandy. —¿Sabes por qué?
—¿Por qué?
—Eso significaría que ambas estaríamos solteras.
—Y eso ¿qué significa? —preguntó Miley. El bosque estaba muy quieto y callado.
Mandy se acercó más a ella. —Y eso significa…que nos…podemos…¡divertir!. —Ella agarró Miley por el hombro y la sumergió bajo el agua.
—¡Hey! —Miley chilló. Se echó atrás a Mandy, chapaleando su brazo a través de toda el agua, creando una ola gigante.
Entonces ella agarró a Mandy por la pierna y empezó a hacerle cosquillas debajo de sus dedos de los pies.
—¡Ayuda! —Mandy gritó. —¡No mis pies! ¡Soy muy cosquillosa!
—¡He encontrado tu debilidad! —Miley cantó, maniáticamente arrastrando a Mandy hacia la cascada. Mandy logró soltar su pie y se abalanzó sobre los hombros de Miley por detrás. Las manos de Mandy vagaban hacia arriba a los lados de Miley, a continuación, hasta el estómago, donde ella le hacía cosquillas. Miley chilló.
Finalmente empujó a Mandy a una pequeña cueva en las rocas.
—¡Espero que no hallan murciélagos aquí! —Mandy chilló. Vigas de la luz solar se filtraban a través de pequeños orificios perforados de la cueva, lo que hacia un halo alrededor de la parte superior de la cabeza empapada de Mandy.
—Tienes que venir aquí, —dijo Mandy. Ella le tendió la mano.
Miley estaba a su lado, el sentimiento de la cueva era suave, fresco. El sonido de su respiración se hizo eco en las estrechas paredes. Se miraron la una a la otra y sonrieron. Miley se mordió el labio. Este era un momento tan perfecto de amigas, la hacía sentirse algo melancolía y nostálgica.
Los ojos de Mandy se convirtieron en preocupación. —¿Qué pasa?
Miley respiró hondo. —¿Bueno. . . sabes la niña que vivió en tu casa? ¿Ashley?
—Sí.
—Ella desapareció. Inmediatamente después del séptimo grado. Ella nunca fue encontrada.
Mandy se estremeció ligeramente. —He oído algo al respecto.
Miley se abrazó, ella se estaba enfriando, también. —Nosotras éramos muy cercanas.
Mandy se acercó a Miley y puso su brazo alrededor de ella. —No me di cuenta.
—Sí. —Tambaleó la barbilla de Miley. —Yo solo quería que lo supieras.
—Gracias.
Poco tiempo pasó; Miley y Mandy continuaron abrazándose. Entonces, Mandy dio marcha atrás. —Yo como que mentí antes. Sobre Por que quiero romper con Justin.
Miley levantó una ceja, curiosa.
—Yo soy. . . No estoy segura si me gustan los chicos, —dijo Mandy en voz baja. —Es extraño. Creo que son lindos, pero cuando llego a estar sola con ellos, No quiero estar con ellos. Prefiero estar con, como, alguien más como yo. —Ella sonrió torcidamente. —¿Sabes?
Miley se pasó las manos por la cara y el cabello. La mirada de Mandy se sentía muy cercana, de repente. —Yo…, —ella empezó. No, no sabía.
Los arbustos por encima de ellas se movieron. Miley se estremeció. Su mamá odiaba cuando llegaba a este camino - nunca sabias qué tipo de secuestradores o asesinos se escondían en lugares como este.
El bosque estaba inmóvil por un momento, pero luego una bandada de pájaros se disperso violentamente hacia el cielo. Miley se aplano contra la roca. ¿Estaba alguien mirando? ¿De quién era la risa? La risa le sonaba familiar. Entonces Miley sintió una respiración pesada en el oído. La piel de gallina se levantó en sus brazos y ella se asomó fuera de la cueva.
Eran sólo un grupo de muchachos. De pronto, irrumpieron en el arroyo, blandiendo palos como espadas. Miley se alejó de Mandy y fuera de la cascada.
—¿Adónde vas? —Mandy llamo.
Miley miró a Mandy, y luego a los muchachos, que habían abandonado los palos y ahora estaban tirando piedras unos a otros. Uno de ellos era Justin Montgomery, su viejo amigo, hermano pequeño de Aria. Había crecido bastante desde la última vez lo vio. Y espera - Justin estaba en Rosewood. ¿Le reconocería? Miley salió del agua y empezó a correr hacia la colina.
Se volvió a Mandy. —Tengo que regresar a la escuela antes de que Carolyn comience con la natación. —Ella se puso la falda. —¿Quieres que te tire abajo tu ropa?
—Lo que sea. —En eso, ella salió de la cascada y se metió en el agua, la ropa interior empapada se aferraba a su trasero. Maya subió lentamente la pendiente, ni una vez cubriéndose el estómago o pechos con las manos. Los estudiantes de primer año dejaron lo que estaban haciendo y se quedaron mirando. Y aunque
Miley no quería, no podía dejar de mirar también.

Lindas Mentirosas Capitulo 16 MARATON! 14/15



No la típica conversación estudiante y profesor
Miércoles por la mañana, el padre de Demi se frotó el espeso pelo negro y la mano señaló por la ventana del Subaru que estaba haciendo una mano a la izquierda. Las señales de alto habían dejado de funcionar ayer por la noche, así que él estaba conduciendo a Demi y Justin a su segundo día de la escuela y a tomar el coche del taller.
—¿Están felices de estar de vuelta en Estados Unidos? —Diego preguntó. Justin, quien se sentó junto a Demi en el asiento trasero, sonrió.
—¡América es genial! —Volvió a golpear frenéticamente pequeños botones de su
PSP*. Hizo un ruido y Justin agitó un puño en el aire.
El padre de Demi sonrió y condujo a través de la de un solo carril del puente de piedra, saludando a una vecina a su paso.
—Bueno, bueno. Ahora, ¿por qué es genial?
—América es genial porque tiene lacrosse, —dijo Justin, sin dejar de mirar a su PSP.
—Y las chicas más calientes. Y un Hooters* en Rey de Prussia.
Demi se echó a reír. Como si Justin hubiera estado dentro de Hooters.
A menos que… ¿OH Dios, él había...?
Ella se estremeció en su Nelly* verde alpaca, se encogió de hombro y miró por la ventana a la espesa niebla. Una mujer que llevaba una larga, chaqueta con capucha de color rojo estadio que decía: SOBRE EL EJE DE UNA MAMÁ FUTBOLERA, que trataba de detener a su pastor alemán que estaba persiguiendo a una ardilla cruzando la calle. En la esquina, dos rubias con cochecitos para bebes de alta tecnología se fueron juntas a lo lejos.
No había una palabra para describir la clase de Inglés de ayer: brutal. Después
Joe espetó: «Miérda», toda la clase se volvió y la miró fijamente. Alexz Marin, que estaba sentada frente a ella, le susurró en voz no tan tranquila, '¿Te acostaste con el maestro?' Demi consideró, por un segundo y medio, que quizá Alexz le había escrito el mensaje de texto de Joe - Alexz era una de las pocas personas que sabían de Pigtunia.
Pero ¿por qué Alexz lo cuidaría? Joe, el Sr. Fitz – había disipado la risa con rapidez, y ella recordó la más frívola excusa para insultar en clase.
Ella dijo, y citó Demi en su cabeza: —Yo tenía miedo de una abeja había volado en mis pantalones, y pensé que la abeja me iba a picar y así me puse a gritar de terror.
— Joe entonces empezó a hablar de cinco temas apartados y el programa de estudio, Demi no podía concentrarse.
Fue la abeja que había volado en sus pantalones. Ella no podía dejar de mirar sus ojos y su boca de lobo de color rosa suntuoso. Cuando él miraba en su dirección con el rabillo del ojo, su corazón daba dos vueltas y media libres y luego aterrizaba en su estómago.
Joe era el muchacho para ella, y ella era la chica para él ella sólo lo sabía. ¿Y qué si el era su profesor? Tenía que haber una manera de hacer que funcione.
Su padre se había detenido en la entrada de piedra-bloqueada de Rosewood.
A lo lejos, Demi había notado un escarabajo Volkswagen* vintage pintado de color azul polvo estacionado en el lugar del profesor. Sabía que era el vehículo en
Snookers – era de Joe.
Ella miró su reloj.
Quince minutos hasta el aula.
Justin salió disparado del coche. Demi abrió la puerta, pero su padre le tocó el antebrazo.
—Espera un segundo, —dijo.
—Pero tengo que… —Miró con nostalgia al auto de Joe.
—Sólo por un minuto. —Su padre bajo el volumen de la radio
Demi se dejó caer en su asiento.
—Parecías un poco… —Él tiró la muñeca de su chaqueta hacia atrás y adelante con incertidumbre. —¿Estás bien?
Demi se encogió de hombros. —¿Sobre qué?
Su padre suspiró. —Bueno… No se. Y no hemos hablado.... tu sabes… en un tiempo.
Demi jugueteaba con la cremallera de su chaqueta. —¿De qué hay que hablar?
Diego metió un cigarrillo que había rodado antes en la izquierda dentro de su boca. —No puedo imaginar lo difícil que ha sido guardar silencio. Pero te amo. Lo sabes, ¿verdad?
Demi miró hacia el estacionamiento de nuevo. —Si, lo sé, —dijo.— Me tengo que ir.
Nos vemos a las tres.
Antes de que pudiera responder, Demi salió disparada del auto, la sangre en sus oídos. ¿Cómo se suponía que tenía que ser la islandesa Demi, que dejó su pasado atrás, si uno de sus peores recuerdos de Rosewood se mantuvo saliendo a la superficie?
Ya había ocurrido en mayo de séptimo grado. El Día de Rosewood había despedido a los primeros estudiantes de conferencias con los maestros, por lo que
Demi y Ash se dirigieron a Sparrow, el campus de la tienda de música Hollis, para buscar nuevos CDs. A medida que caminaban a través de un callejón, Demi notó que su padre estaba en el destartalado café familiar en un Honda Civic – espacio ahora en un estacionamiento vacío. Como Demi y Ash caminaron hacia el coche para dejar una nota, se dieron cuenta de que había alguien en su interior en realidad, dos personas: el padre de Demi y una muchacha, de unos veinte años, besando su cuello.
Fue entonces cuando Diego miro hacia arriba y vio a Demi, ella echó a correr lejos antes de ver más y antes de que pudiera detenerla, Ash había seguido a Demi todo el camino de regreso a su casa, pero no trató de detenerla cuando Demi dijo que quería estar sola.
Más tarde esa noche, Diego se acercó a la habitación de Demi a tratar de explicarle.
No era lo que parecía, dijo. Pero Demi no era estúpida.
Todos los años su padre invitó a sus estudiantes a su casa para conseguir para saber que cócteles y Demi había visto a esa chica de pie a través de su puerta. Su nombre era Meredith, Demi lo recordaba, porque Meredith había llegado borracha y había escrito su nombre en el refrigerador con imanes de letras de plástico.
Cuando Meredith se estaba yendo, en lugar de estrechar la mano de su padre como los otros chicos habían echo, le dio un beso en la mejilla.
Diego pidió Demi no se lo dijera a su mamá. Él le prometió que nunca volvería a ocurrir. Ella decidió creerle, y ella guardó el secreto. Él nunca había dicho que sí, pero Demi creía que Meredith fue la razón de porque su papá tomó su año sabático, cuando él lo hizo. .
Prometiste que no lo pensarías, Demi pensó mirando por encima del hombro. La mirada de su padre se dirigía fuera del estacionamiento de Rosewood. Demi entró en el estrecho pasillo del ala de la facultad.
La oficina de Joe estaba en el final del pasillo, junto a un pequeño y acogedor asiento de ventana. Se detuvo en la puerta y lo vio como él escribía algo en su ordenador.
Por último, llamó. Los ojos café de Joe se ampliaron cuando la vio. Miró hacia abajo adorablemente a su camisa blanca con botones, el saco azul de Rosewood, hilos verdes y destartalados mocasines negros. Las esquinas de su boca se acurrucaron en la más pequeña y tímida sonrisa.
—Hey —él dijo.
Demi se cernía en el umbral. —¿Puedo hablar contigo? —Demi preguntó. Su voz chirrió un poco.
Joe vaciló, empujando un mechón de pelo lejos de los ojos. Demi notó un curita en vuelta alrededor de su dedo meñique izquierdo
—Claro —dijo en voz baja. —Pasa.
Entró en su despacho y cerró la puerta. Estaba vacío, a excepción de un pesado escritorio de madera ancho, dos sillas plegables, y una computadora. Se sentó en la silla plegable vacía.
—Así que, um, —Demi, dijo. —Hey.
—Hey otra vez, —respondió Joe, sonriendo. Bajó los ojos y tomó un sorbo de su taza de café Rosewood.
—Escucha —él empezó a decir.
—Acerca de ayer —dijo Demi, al mismo tiempo. Los dos rieron.
—Las damas primero. —Joe sonrió.
Demi se rascó la nuca, donde había elaborado su recto cabello negro en una coleta.
—Yo, um, quería hablar acerca… de nosotros.
Joe asintió, pero no dijo nada.
Demi se movió en su silla. —Bueno, supongo que es chocante que yo soy… um… tu alumna, después, ya sabes… Snookers. Pero si no te importa, yo no.
Joe hizo presión con las manos alrededor de su taza. Demi escucho el reloj emitido por el muro de la escuela, el reloj marcando los segundos.
—Yo… no creo que sea una buena idea —dijo en voz baja. —Tú dijiste que eras mayor.
Demi rió, sin saber qué tan grave era. —Nunca te dije cuantos años tenia— Ella bajó los ojos. —Sólo lo asumiste.
—Sí, pero no dijiste que estabas en secundaria—, respondió Joe.
—Todo el mundo miente sobre su edad— dijo Demi en voz baja.
Joe pasó la mano por su pelo. —Pero… eres… —Él la miró a los ojos y suspiró. —
Mira yo… creo que eres increíble, Demi. Lo hago. Te conocí en un bar y me gustó… wow, ¿qué es esto? Eres tan diferente a cualquier otra chica que he conocido.
Demi miró hacia abajo, sintiendo tanto placer y un poco mareada. Joe se inclinó sobre la mesa y tocó la mano de ella – estaba caliente, seca y suave – pero enseguida se apartó. —Pero esto no pretende ser, ¿sabes? Porque, bueno, tú eres mi alumna. Podría conseguir en un montón de problemas. Tú no quieres meterme en problemas, ¿verdad?
—Nadie tiene que saber, —dijo Demi débilmente, a pesar de que, no podía dejar de pensar en ese texto extraño del día de ayer, y que tal vez alguien ya lo sabía.
Joe se tomó su tiempo para responder. A Demi le parecía que él estaba tratando de decidirse. Ella lo miró esperanzada.
—Lo siento, Demi—dijo finalmente entre dientes. —Pero creo que debes irte...
Demi se puso de pie, sintiendo sus mejillas arder. —Por supuesto. —Demi envolvió las manos en la parte superior de la silla. Se sentía como si brasas saltaran a su alrededor por dentro.
—Nos vemos en clase, —dijo Joe en voz baja.
Ella cerró la puerta con cuidado. En el salón, los profesores hablaban alrededor de ella, corriendo hacia sus salones de clases. Ella decidió llegar a su casillero cortando a través de los baños... ella necesitaba un poco de aire fresco.
En el exterior, Demi escuchó familiarizada con la risa de una niña. Ella se congeló por un segundo. ¿Cuando iba a dejar de pensar que oía a Ashley en todas partes?
No caminó entre los baños, sino a través de la hierba.
La niebla de la mañana era tan densa que Demi apenas podía ver sus piernas por debajo de ella. Sus huellas se desvanecían en la hierba blanda mientras más rápido caminaba. Bien. Esto parecía el momento oportuno para desaparecer por completo.

lunes, 18 de julio de 2011

Lindas Mentirosas Capitulo 15 MARATON! 13/15

¿Dónde están las malditas niñas
 exploradoras cuando las necesitas?
Alexz se hundió más en los blandos cojines de su sofá y trató de desabotonar los jeans Paper Denim de Jorge.
—Whoa —dijo Jorge. —No podemos…
Alexz sonrió misteriosamente y puso un dedo sobre sus labios. Empezó a besar el cuello de Jorge. Él olía como Lever 2000 y, extrañamente, a chocolate, y ella amaba cómo su reciente corte de pelo mostraba todos los ángulos atractivos de su rostro.
Lo había amado desde sexto grado y él sólo se había vuelto más atractivo con el paso de los años.
Mientras se besaban, la madre de Alexz, Lucia, abrió la puerta principal y caminó hacia ellos, hablando en el pequeño móvil LG con tapa.
Jorge retrocedió contra los cojines del sofá. —¡Ella nos verá! —susurró, rápidamente metiendo su camisa azul pálida de Lacoste.
Alexz se encogió de hombros. Su mamá les saludó sin verlos detenidamente y caminó a la otra habitación. Su mamá prestaba más atención a su Black Berry que a Alexz. Debido a su horario de trabajo, ella y Alexz no compartían mucho, además de las revisiones periódicas de tareas, notas sobre qué tiendas estaban con las mejores ofertas, y recordarle que tenía que limpiar su habitación por si alguno de los ejecutivos venía a su fiesta de cócteles y necesitaba usar el baño de arriba.
Pero Alexz estaba más que bien con eso. Después de todo, el trabajo de su madre era el que pagaba las cuentas AmEx de Alexz -ella no siempre estaba robando cosas- y su costosa matrícula en el Rosewood Day.
—Tengo que irme —murmuró Jorge.
—Deberías venir el sábado —Alexz ronroneó. —Mi madre va a estar todo el día en el spa.
—Te veré en la fiesta de Sterling el viernes —dijo Jorge. —Y sabes que es bastante difícil.
Alexz gimió. —Esto no tiene que ser difícil —dijo.
Él se inclinó y la besó. —Te veo mañana.
Después Jorge salió, y ella enterró su rostro en el sofá. Salir con Jorge aún se sentía como un sueño. Antes cuando Alexz era regordeta y patética, ella había adorado cuán alto y atlético era él, cómo siempre era muy agradable con los profesores y los chicos que eran menos geniales, y lo bien que vestía, no como un vagabundo daltoniano. A ella nunca dejó de gustarle él aún después de que se quitara los obstinados kilos de más y descubriera los productos para el cuidado del cabello. El año pasado en la escuela, ella casualmente le susurró a James Freed en el pasillo que le gustaba Jorge. Y Colleen Rink le dijo tres períodos después que Jorge iba a llamar a Alexz a su móvil esa noche después del fútbol. Fue otro momento en el que Alexz se enojó con Ash porque ella no estaba allí como testigo. Habían sido pareja por siete meses y Alexz se sentía más enamorada de él que nunca. Ella aún no se lo había dicho, ella había mantenido eso para ella sola por años pero ahora, estaba muy segura de que él también la amaba. ¿Y no era el sexo la mejor manera de expresar el amor?
Ese era el por qué lo de la promesa de virginidad no tenía sentido. No era como si los padres de Jorge fueran demasiado religiosos, y eso estaba en contra de todas las nociones preconcebidas que Alexz tenía sobre los chicos. A pesar de cómo solía lucir, Alexz se mantenía a sí misma: con su cabello rubio profundo, cuerpo curvilíneo, y perfecta -estamos hablando de ninguna espinilla, jamás- piel, ella era atractiva. ¿Quién no podría estar locamente enamorado de ella? Algunas veces se preguntaba si Jorge era gay -él tenía un montón de ropa bonita- o si le tenía miedo a las vaginas. Alexz llamó a su pinscher miniatura, Dot, a saltar sobre el sofá. —¿Me extrañaste hoy? —ella chilló mientras Dot lamía su mano. Alexz había solicitado que dejaran que Dot fuera a la escuela en su gran bolso Prada -después de todo, todas las chicas en Beverly Hills lo hacían- pero en Rosewood Day se negaron. Así que para prevenir la ansiosa separación, Alexz le había comprado a Dot la más abrigada cama de Gucci que el dinero podía comprar y dejaba la televisión en el canal QVC durante el día.
Su madre se dirigió hacia la sala, aún con su traje hecho a medida y sandalias color café con tacón Kitten —Aquí está el sushi. —dijo la Sra. Marin.
Alexz la miró. —¿Rollos Toro?
—No lo sé. Traje un montón de cosas.
Alexz se dirigió a la cocina, tomando el portátil de su madre y el LG zumbó
—¿Ahora qué? —ladró la Sra. Marin en el teléfono.
Las pequeñas garras de Dot sonaron detrás de Alexz. Después de buscar en la bolsa, ella sacó un pedazo de sashimi amarillo, un rollo de anguila, y una pequeña taza de sopa miso.
—Bueno, hablé con los clientes esta mañana —Su madre entró a la cocina. —Ellos estaban felices entonces.
Alexz hundió delicadamente su rollo amarillo en alguna clase de salsa de soya y despreocupadamente lo pasó sobre un catálogo de J. Crew. Su mamá era la segunda al mando en la empresa de publicidad de Filadelfia, McManus & Tate, y su meta era ser la primer mujer presidente de la firma.
Además de ser extremadamente exitosa y ambiciosa, la Sra. Marin era lo que los chicos en Rosewood Day podían llamar una MILF —ella tenía cabello largo rojodorado, piel suave, y un increíble y flexible cuerpo gracias a su ritual diario de yoga.
Alexz sabía que su madre no era perfecta, pero ella aún no entendía por qué sus padres se habían divorciado cuatro años atrás, o por qué su padre rápidamente empezó a salir con una mediocre enfermera de Emergencias en Annapolis,
Maryland, llamada Isabel. Hablando de caer bajo.
Isabel tenía una hija adolescente, Kate, y el Sr. Marin le había dicho a Alexz que podría quererla. Unos meses después del divorcio, él había invitado a Alexz a
Annapolis por el fin de semana. Nerviosa por conocer a su casi-hermanastra,
Alexz le pidió a Ashley acompañarla.
—No te preocupes, Alexz —le aseguró Ash. —Vamos a superar a cualquiera que sea esa chica Kate—. Cuando Alexz la miró, dudosa, ella le recordó a Alexz su frase favorita: ¡Yo soy Ash y soy fabulosa! Y eso sonaba casi estúpido ahora, pero en aquel entonces Alexz sólo podía imaginar lo que era sentirse tan segura. Tener a Ash allí era como una capa de seguridad –para probar a su papá que ella no era una perdedora que sólo quería escapar.
El día había sido una colisión de tren, de todos modos. Kate era la chica más linda que Alexz había conocido y su padre básicamente la había llamado cerda en frente de Kate. Él rápidamente había dado marcha atrás y dijo que era sólo una broma, pero esa había sido la última vez que ella lo había visto… Y la primera vez que ella se incitó a vomitar.
Pero Alexz odiaba pensar sobre cosas del pasado, así que ella raramente lo hacía.
Además, ahora Alexz podía comerse con los ojos a las citas de su mamá y no de una manera tan ¿será-mi-nuevo-padre? ¿Y su padre le permitiría un toque de queda a las 2 AM y beber vino, al igual que su mamá lo hacía? Lo dudaba.
Su madre masculló en su teléfono cerrado y puso sus ojos verde esmeralda sobre
Alexz. —¿Esos son tus zapatos de regreso-a-la-escuela?
Alexz paró de masticar. —Sí.
La Sra. Marin asintió. —¿Recibiste muchos cumplidos?
Alexz giró su tobillo para inspeccionar sus tacones púrpuras. Tenía demasiado miedo a enfrentarse a la seguridad de Saks, así que realmente había pagado por ellos. —Sí, los recibí.
—¿Te preocupa si los tomo prestados?
—Um, seguro. Si quie…
El teléfono de su mamá sonó de nuevo. Ella se abalanzó sobre él. —¿Carson? Sí. He estado buscándote toda la noche… ¿Qué diablos está pasando allí?
Alexz sopló su flequillo y alimentó a Dot con un pequeño pedazo de anguila.
Mientras Dot escupía sobre el suelo, el timbre de la puerta sonó.
Su madre ni siquiera retrocedió. Dot empezó a ladrar y su madre se puso de pie para cogerlo. —Probablemente son niñas exploradoras otra vez.
Las Niñas Exploradoras habían venido tres días seguidos, tratando de venderles algunas galletas para la hora de cenar. Ellas eran fanáticas en ese vecindario.
En cuestión de segundos, volvió a la cocina con un oficial de policía joven, con cabello castaño y ojos verdes detrás de ella. —Este caballero dice que quiere hablar contigo—. En el broche dorado del bolsillo de su uniforme, sobre su pecho, se leía WILDEN.
—¿Yo? —Alexz se señaló a sí misma.
—¿Eres Alexz Marin? —preguntó Wilden. El walkie-talkie en su cinturón hizo un ruido.
De repente Alexz se dio cuenta de quién era ese hombre: Darren Wilden. Él había estado en último curso en Rosewood cuando ella estaba en séptimo. El Darren
Wilden que ella recordaba supuestamente dormía con todas las chicas del equipo de salto y fue casi expulsado de la escuela por robar la clásica motocicleta Ducati del director. Y este policía era definitivamente el mismo chico -esos ojos verdes eran difíciles de olvidar, incluso si habían pasado cuatro años desde que ella los había visto. Alexz esperaba que él fuera un stripper que Bella habían enviado como una broma.
—¿Qué es todo esto? —La Sra. Marin preguntó, mirando largamente a su móvil. —
¿Por qué está interrumpiendo nuestra cena?
—Recibimos una llamada de Tiffany’s— dijo Wilden. —Ellos te tienen en una grabación donde hurtas algunas cosas de su tienda. Las grabaciones de varias cámaras de seguridad del centro comercial te descubrieron fuera del centro comercial en tu auto. Seguimos la placa de licencia. Alexz empezó a pellizcar el lado interior de su palma con sus uñas, algo que ella hacía cuando se sentía fuera de control.
—Alexz no haría eso —dijo la Sra. Marin. —¿Lo harías, Alexz?
Alexz abrió su boca para responder pero no salieron palabras. Su corazón estaba golpeando contra sus costillas.
—Mira —Wilden cruzó sus manos sobre su pecho. Alexz notó el arma en su cinturón. Parecía como un juguete. —Sólo necesito que vengas a la estación.
Quizás no es nada.
—¡Estoy segura de que no es nada! —dijo la Sra. Marin. Entonces sacó su cartera
Fendi de un bolso a juego. —¿Qué hace falta para que nos deje en paz para tener nuestra cena?
—Señora —Wilden sonó exasperado. —Debería venir conmigo, ¿bien? No tomará toda la noche. Lo prometo—. Él sonrió con esa sonrisa sexy de Darren Wilden que probablemente le había impedido ser expulsado de Rosewood.
—Bueno —dijo la mamá de Alexz. Ella y Wilden se miraron por un largo momento. —Déjeme tomar mi bolso.
Wilden se giró hacia Alexz. —Voy a tener que esposarte.
Alexz jadeó. —¿Esposarme? —. Bien, ahora eso era tonto. Sonaba falso, como algo que las gemelas de seis años de al lado podrían decirse entre ellas. Pero Wilden sacó unas esposas de acero reales y gentilmente las puso alrededor de sus muñecas. Alexz esperó que él no notara que sus manos estaban temblando.
Si sólo se tratara de un momento en que Wilden la ataba a la silla, ponía la vieja canción de los 70 “Hot Stuff” y se quitaba la ropa… Por desgracia, no lo era.
La estación de policía olía como a café quemado y madera muy vieja, porque, como la mayoría de los edificios municipales de Rosewood, era una antigua vía férrea a la mansión de un barón. Los policías revoloteaban alrededor de ella, tomando llamadas telefónicas, llenando formas, y deslizándose en sus pequeñas sillas con rueditas. Alexz medio esperaba ver a Bella allí, también, con su mamá y el Dior robado sobre su muñeca. Pero con una mirada al banco vacío supo que
Bella no había sido atrapada.
La Sra. Marin se sentó muy rígida al lado de ella. Bella se sintió inquieta; su mamá era usualmente muy indulgente, pero hasta entonces Alexz nunca había tomado nada del centro de la ciudad y había pasado algo así
Y entonces, muy tranquilamente, su madre se inclinó. —¿Qué fue lo que tomaste?
—¿Huh? —preguntó Alexz.
—¿Ese brazalete que estás usando?
Alexz bajó la mirada. Perfecto. Ella había olvidado quitárselo; el brazalete estaba girando en su muñeca a la vista. Ella lo empujó debajo de su manga. Sintió en sus orejas los pendientes; sip, los había tomado también hoy. ¡Hablando de estupidez!
—Dámelos —susurró su madre.
—¿Huh? —Alexz dijo con voz aguda.
La Sra. Marin extendió su mano. —Dámelos. Puedo encargarme de esto.
De mala gana, Alexz permitió que su madre desabrochara el brazalete de su muñeca. Entonces extendió las manos y se quitó los pendientes y los entregó también. La Sra. Marin ni siquiera retrocedió. Ella simplemente deslizó las joyas en su bolso y dobló sus manos sobre el broche de metal.
La chica rubia de Tiffany’s que había ayudado a Alexz con el precioso brazalete caminó por la sala. Tan pronto como vio a Alexz, sentada y abatida en el banco con las esposas aún en sus manos, ella asintió. —Sí, es ella.
Darren Wilden miró a Alexz, y su mamá se levantó. —Creo que aquí ha habido un error—. Ella caminó hasta el escritorio de Wilden. —Le entendí mal en la casa.
Yo estaba con Alexz ese día. Compramos esas cosas. Tengo un recibo por ellas en casa.
La chica de Tiffany’s estrechó sus ojos con incredulidad. —¿Está sugiriendo que estoy mintiendo?
—No —dijo la Sra. Marin dulcemente. —Sólo creo que está confundida.
¿Qué estaba haciendo? Un pegajoso, incómodo, casi-culpable sentimiento se deslizó en Alexz.
—¿Cómo explica las grabaciones de vigilancia? —Preguntó Wilden.
Su mamá se detuvo. Alexz miró un pequeño músculo en su cuello estremecerse.
Entonces, antes de que Alexz pudiera pararla, ella llevó la mano a su bolso y sacó el botín. —Esto fue todo por culpa mía —dijo. —No de Alexz.
La Sra. Marin se giró hacia Wilden. —Alexz y yo tuvimos una pelea sobre estas cosas. Yo le dije que no podía tenerlas. La llevé a esto. Ella nunca haría esto de nuevo. Yo me aseguraré de eso.
Alexz miró fijamente, aturdida. Ella y su mamá ni una sola vez discutieron en
Tiffany’s, por no hablar de algo que ella podía o no tener.
Wilden sacudió su cabeza. —Señora, creo que su hija deberá realizar algo de servicio comunitario. Esa es usualmente la multa.
La Sra. Marin parpadeó, inocentemente —¿No podemos dejar que esto corra? ¿Por favor?
Wilden la miró por un largo momento, una esquina de su boca se curvó casi diabólicamente. —Siéntese —dijo finalmente. —Permítame ver qué puedo hacer.
Alexz miró a todas partes, menos en la dirección de su mamá. Wilden se encorvó sobre su escritorio. Tenía una figurilla del Jefe Wiggum de Los Simpson y un
Slinky metálico. Él lamió su índice para girar las páginas de papel que estaba llenando. Alexz retrocedió. ¿Qué clase de papeles estaban allí? ¿No sería el periódico local de reporte de crímenes? Eso era malo. Muy malo.
Alexz movió su pie nerviosamente, teniendo una repentina urgencia por algo de
Junior Mints. O quizás anacardos (frutos secos). Incluso la Slim Jims (snacks de carne o salchicha seca) sobre el escritorio de Wilden serviría.
Ella podía verlo: Todos lo averiguarían, y ella instantáneamente estaría sin amigos ni novio. A partir de ahí, habría retrocedido de nuevo a la estúpida Alexz de séptimo grado en evolución hacia atrás. Ella despertaría y su cabello estaría asqueroso, sucio y marrón de nuevo. Entonces sus dientes estarían torcidos y ella tendría aparatos de nuevo. No le entraría ninguno de sus jeans. El resto sucedería espontáneamente. Ella pasaría su vida como gordita, fea, miserable, y pasada por alto, como solía ser.
—Tengo algo de loción si están irritándose tus muñecas —dijo a Sra. Marin, gesticulando hacia las esposas y hurgando en su bolso.
—Estoy bien —replicó Alexz, volviendo al presente.
Suspirando, sacó su Black Berry. Era difícil porque sus manos estaban esposadas, pero ella quería convencer a Jorge de que él tenía que ir a su casa este sábado. De repente ella realmente quería saber lo que él quería. Mientras ella miraba fijamente la pantalla, un mensaje apareció en su bandeja de entrada. Ella lo abrió.
Hola Alexz!,
Ya que la comida de prisión te hace engordar, ¿Ya sabes lo que Jorge va a decir? ¡No es así!
—A
Ella estaba tan asustada que se paró, pensando en alguien que debería estar en la sala, mirándola. Pero allí no había nadie. Cerró sus ojos, tratando de pensar quién podría haber visto el carro de policía en su casa.
Wilden miró desde su escritorio. —¿Estás bien?
—Um —dijo Alexz. —Sí —se sentó lentamente. ¿No es así? ¿Qué diablos? Ella miró la dirección de la nota de nuevo, pero solo vio un revoltijo de letras y números.
Alexz —La Sra. Marin murmuró después de un momento. —Nadie necesita saber de esto.
Alexz parpadeó. —Oh. Sí. Estoy de acuerdo.
—Bien
Alexz tragó con fuerza. Excepto porque… alguien lo sabía.